Con alegría y estupefacción hemos recibido la noticia de que, ayer tarde se reunieron en La Maestranza, Ramón Valencia como empresario y José Antonio Morante de la Puebla por aquello de ultimar –aunque sea muy pronto- lo que serán los compromisos del diestro de La Puebla en su feria de Sevilla.
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Con algunas voces inconformes de colegas periodistas que no fueron acreditados para sus respectivos medios en los países taurinos de Europa, América y Colombia, se abrió la sexagésima segunda feria de Cali, organizada por la empresa PROMOTOREANDO con la novillada de “Alhama” que fue bien presentada, noble y con poca fuerza quizás también por un ruedo que no fue lo suficientemente pisado quedando la arena demasiado suelta.
Gitanillo de América: Oreja y silencio
Diego San Román: Saludo y oreja
Sebastián Hernández: Silencio y oreja
Sin duda alguna se nota la gran diferencia entre los novilleros placeados y con oficio a los que tienen limitaciones por falta de rodaje y pocas oportunidades.
Así lo dejó ver el mexicano Diego San Román quien está en ese punto de ebullición perfecto para tomar la alternativa que se anuncia será a mediados del 2020. Solvente, entendido, con sentido del temple y una gran virtud cual es la del valor. Ofreció sus muslos al máximo siendo prendido en el primero sin consecuencias y sobrepasando límites en el segundo en el que con cualquier derrote su humanidad hubiese sufrido un percance delicado; por fortuna no fue así. Oreja de peso al mexicano.
Los colombianos Gitanillo de América y Juan Sebastián Hernández, voluntariosos, con deseos de agradar, juntos realizaron un bonito quite por chicuelinas al alimon que fueron ovacionadas. Gitanillo buena estocada en el primero que le valió la oreja y Juan Sebastián con tres novilladas en el 2019, llegará a su doctorado en la próxima feria de Manizales.
Néstor Antonio Giraldo Megía
El ejemplo que nos está dando Arturo Macías en calidad de torero es realmente estremecedor. Pienso que, pocos como Macías, han pagado una alta cuota de dolor como él ha contribuido. Analizado su caso uno no sabe qué pensar; si se trata de mala suerte, mal fario o un capricho del destino para enloquecer al diestro. Ante el hecho de sus cornadas, en calidad de aficionado me inclino en que este diestro pisa terrenos tan inverosímiles que, el toro, como se demuestra, le tiene siempre a merced. Sin duda alguna, si tuviera imitadores al respecto, los hospitales estarían siempre llenos de toreros heridos.
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