Corrida interesantísima de Santiago Domecq que ha mostrado muchas virtudes, de forma especial la casta que han desarrollado sus toros. Casta y,  algunos con la nobleza exquisita de lo que puede ser un toro de lidia. Sin duda, el primero y el segundo han sido dos toros de escándalo que han sido desperdiciados por sus lidiadores; vamos, como se decía antaño, se fueron sin torear o, lo que es peor, se les fueron a los toreros.

Admiro de El Fandi sus piernas, ese es su mejor tesoro al que envidio como a nadie en el mundo; no envidio su dinero, ni su fama, pero sus piernas me vuelven loco, las que aprovecha para poner banderillas con esa facilidad extrema con la que despierta al personal. Luego, cuando este hombre coge la muleta el desencanto es terrible. Su primero, un toro con casta, bravura, codicioso en la muleta; lo que diríamos un toro con enorme trasmisión, El Fandi le pegó los «tres mil» pases de rigor y aquí paz y allá gloria. En se segundo, un animal sin maldad alguna pero de embestidas más cansinas, la trasmisión era imposible. Lo peor que ha hecho El Fandi en el día de hoy ha sido querer replicarle a Pablo Aguado con el capote. Tras la belleza de Aguado, ver a El Fandi con el capote es todo un pecado mortal.

Vaya toro, el segundo, que desperdició López Simón. Repetía, humillaba, tenía codicia, bravura y, como único defecto era que quería marcharse del torero, algo lógico cuando el toro se ha dado cuenta del torero que tenía enfrente. El diestro de Barajas ha estado ahí, le ha dado muchos pases, algunos de cierto contenido pero, repito, era toro de puerta grande porque el animal tenía trasmisión, justamente el valor necesario que cala en los tendidos. Simón se ha empeñado en darle tropecientos muletazos sin alma que, tras un pinchazo sin soltar y una estocada de ley ni siquiera le han abroncado los aficionados. Se segundo tenía menos recorrido, si acaso muy parado y sin trasmisión alguna. Nadie comprende como es posible que este torero haya salido cinco veces por la puerta grande de Madrid. La verdad es que cuesta mucho de entender lo que digo.

El toro menos agradecido le ha tocado en suerte a Pablo Aguado, no tenía mala condición, pero tenía menos ritmo, más apagadito. Aguado le ha dado cuatro verónicas y una media de las que no se ven todos los días. Luego, el quite por chicuelinas ha sido bellísimo. Nada que ver con lo que nos muestran a diario tantos trabajadores del toreo. Al  toro le faltaba trasmisión pero, el arte de Pablo Aguado ha superado las pobres condiciones del toro. Con la derecha ha bordado el toreo porque lo suyo es empaque, gusto, torería natural, arte para dar y tomar. Si le hubiera tocado el toro de López Simón a estas alturas todavía estaríamos toreando, que lo estamos, nada es más cierto. Un par de trincherazos han rayado hasta el cielo, así como los torerísimos ayudados por abajo, un monumento al arte en su más viva acepción. La pena es que al entrar a matar el toro le ha prendido infiriéndole una grave cornada en el muslo. Muy triste lo sucedido que ratifica la mala suerte de Aguado en Madrid puesto que en su tres actuaciones en Las Ventas ha sido volteado, hoy, sin duda, con peor suerte por haber sido corneado. De todos modos, como fuere, en tan pocas actuaciones ya ha logrado Pablo Aguado que se le espere, como hoy ha sucedido en Madrid, cosa  muy lógica cuando estamos ante el sustituto natural de Morante. Como digo, Aguado es artista por la gracia de Dios.

El último de la tarde, lógicamente, lo ha matado El Fandi. Un toro que ha protagonizado un tercio de varas brillantísimo, como el tercio  de banderillas por parte del diestro que ha estado sensacional con los palos. El toro parecía el bicorne de la tarde pero se nos vino abajo enseguida; entres los puyazos y las banderillas, el toro ya llegó muerto a la muleta que, El Fandi, solo ha podido que certificar su defunción de la manera que ha podido.