Es lógico que los toreros, todos, quieran matar los animalitos de Victorino del Rio que, con toda la bondad del mundo son capaces de ofrecer a sus lidiadores lo más grandes éxitos. Claro que, si hablamos de casta, trasmisión, peligro y emoción, eso ya es otro cantar. Ante estos toros, los toreros se aferran a la bondad y, muy tonto tiene que ser un diestro para no lograr el triunfo total con estos «amigos». El señor Del Río estará dichoso y feliz ante el juego de sus toros y, no digamos Paco Ureña que ha salido por la puerta grande tras cotar dos orejas a su segundo enemigo.

Sebastián Castella que abría el cartel le cupo en suerte un toro muy noble que, el francés no supo aprovechar; es decir, lo toreó muy bien pero no dijo nada. Tenía mucha bondad, pero nula trasmisión y para conectar con la gente había que hacer otra clase de toreo. Un toro para hacer el toreo soñado pero que Castella se conformó con pegarle muletazos sin alma. Se segundo que tenía más trasmisión, Castella no terminó de entenderlo y allí murió todo. Una pena lo de este hombre que ya debe de pensar en otro cosa fuera de los ruedos.

Paco Ureña ha salido por la puerta grande de Madrid con toda justicia, nada que objetarle. Ha toreado de forma primorosa tanto con el capote como con la muleta; hasta ha tenido la suerte de ser cogido por su primer enemigo para ser volteado sin cornada alguna. Como siempre dije, estos «amigos» de los toreros pueden darte una voltereta como le sucedió a Ureña, pero jamás hieren. Con este toro ha estado muy bien pero, como su segundo, el animal le ofrecía las orejas que Paco no cogió.

Ha tenido enfrente dos hermanitas de la caridad que le han permitido hacer el toreo que siempre soñó. Ambas faenas han sido emotivas y, como se ha demostrado, Ureña ha preferido cambiar la gloria de las corridas encastadas por la comodidad del medio toro que, para colmo, hasta le permite expresarse tal cual es. Buena suerte la de Ureña que, como ha sucedido, ha sido el triunfador total de la feria de Madrid con cuatro orejas cortadas.

Me alegro por este hombre que, tras perder un ojo el año pasado en Albacete, los toros que ahora lidia vienen a demostrar que con un solo ojo le basta y le sobra para triunfar; es el caso de lo que le sucedió a Padilla que, con un solo ojo se ha hecho rico en el toreo. Ureña va por ese camino. Paco Ureña se preguntará esta temporada. ¿Dónde estaban estos toros que yo no sabía que existían? Ahí los tiene y, para su suerte, para colmarle de éxitos.

El destino es caprichoso, una veces para bien y otras para mal. Recordemos que Ureña estaba siendo muy cuestionado en la pasada temporada, incluso no tuvo los contratos que anhelaba, los que demandaba su torería auténtica. Pero se encaprichó de él Simón Casas y, de repente, se le derrumbaron todos los muros que le impedían llegar al triunfo. Ahí están las pruebas; el pasado año era cuestionado y vilipendiado y, por obra y gracia de «San Simón», en estos momentos Ureña es el gran triunfador de Madrid, amén de otras plazas que ha pisado. Suerte que tengas que el saber poco te vale.

Roca Rey es el que llenó la plaza, eso es incuestionable. El chico tiene mucha fuerza en las taquillas y ese valor se lo tenemos que agradecer.

Le han tocado los animales, si se quiere, más esaboríos como dirían por allí abajo. En su primero, con un punto de casta, nada habitual para lo que las figuras suelen lidiar, Andrés estuvo tesonero, yo diría que con las tres V: Valiente, voluntarioso y vulgar. No pasó de ahí y no hubo triunfo esperado que, en honor a la verdad, estos toreros solo esperan conseguir el triunfo con el medio toro adormilado, como le ha sucedido a Paco Ureña; si empezamos en hablar de casta y demás problemas de los toros, ahí se acaba la película. Su segundo, anovillado e indigno de la plaza de Madrid, noblote, tonto y sin alma, Roca Rey le molió a mantazos y ahí acabó su labor. Lo curioso de este torero es que cuando la gente empiece a darse cuenta de que es un torero vulgar ya se habrá hecho rico.